martes, julio 10

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Locomotora en el paso a nivel en el Parque Simón Bolivar. Fotografía: Alexánder FSC
El cemento en las ciudades se hizo para engañar a los incautos sobre el verdadero sentido del desarrollo de una urbe. Grandes, bellas y congestionadas autopistas no son sinónimo de progreso. Por el contrario, es muestra de que las prioridades han estado en el lugar equivocado.

La ciudad, es decir, ese grupo humano que comparte un mismo y reducido gran territorio, tiene sentido en la medida que es para la gente. La infraestructura es necesaria pero ella debe responder a criterios que tiene que ver con la dignidad del ser humano. El transporte, los servicios y los espacios públicos donde se construye la ciudadanía deben ser un monumento a la capacidad de vivir juntos y no a criterios macroeconómicos que sólo convienen a un reducido -  y muchas veces - corrupto grupo de personas.

El desarrollo es la posibilidad diaria de lograr una mejor calidad de vida. Esto es, un gobierno de la ciudad que tenga la capacidad de gestionar todos los asuntos de la administración y unos ciudadanos que con su compromiso acepten su protagonismo en la posibilidad de construir la urbe. Es difícil lograr esto en los tiempos actuales, ya sea porque la administración pública, en su mayoría,  no es eficiente o porque la mayoría de personas no cree importante asumir su civilidad.

El reto para Bogotá es seguir mejorando la capacidad de la alcaldía para ser ejecutiva y llegar poco a poco a los problemas de fondo en equidad, seguridad, infraestructura y ante todo en salud y educación. Y por otro lado, la búsqueda de ese "orgullo de ciudad" de los ciudadanos que impulse cambios en la forma de interactuar con la urde y sus habitante. Unos años, lo logramos. acaso, ¿no es el tiempo de volverlo a hacer?

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