
No ha habido poder humano y creo que tampoco divino, que nos haga entender que es mejor para todos si dejamos salir primero, para luego entrar. Hay que ver esa lucha por ingresar como sea. ¿Filas? ¡esa palabra existe!, no faltan los que se hacen que no es con ellos y se van haciendo frente a la puerta sin importar que hay siete, ocho o hasta diez personas que si están haciendo la fila. ¿Y qué me dicen de los dueños de las puertas? No se mueven a pesar de qué el pasillo o el centro del bus esté vacio. Son sordos a las voces que les piden moverse. Siempre he sospechado de estas personas o les gusta ser estrujados o les gusta estrujar para llevarse celulares, billeteras o cualquier elemento. Claro hay momentos que ni pasillos, ni nada está vacío. Creo que por ahora lo único que funciona en cuanto a cultura ciudadana es el respeto por la silla azul. Tal vez sea por el signo y el valor que le hemos dado todos. Por eso creo que una de las grandes carencias de Transmilenio es la falta de educación ciudadana. No basta con señales informativas, no basta con informadores de Misión Bogotá. Esto tiene que ser repetitivo en muchos medios y con mucha frecuencia. La cultura Transmilenio tiene que construirse y mantenerse en el tiempo. Ejemplo claro es el Metro de Medellín, muchos años en funcionamiento y aún le repiten al usuario las normas básicas de su utilización.
Así que la administración a mejorar el sistema: necesitamos más frecuencias, más buses y más educación. Y nosotros: sentido común. Dejar salir, luego entrar y eso sí: protestar cuando la gente no cumple, la presión social funciona.